Por: Stella De Ávila Escobar- Psicóloga-Coach con programación Neurolingüística
Ante la disyuntiva de una sociedad abocada a la violencia histórica, si queremos cambiar en la búsqueda de una paz duradera y equitativa, debemos apostar por una reforma estructural de fondo. Solo trabajando desde la base de la sociedad, y en todos los niveles sociales buscando métodos efectivos que permitan sanar desde lo individual podremos construir nuevas formas de relacionarnos en la armonía y el respeto. De no ser así, todo acuerdo a nivel político o social estará llamado a fracasar.
Siendo el amor la energía más poderosa que dirige y promueve cualquier acción constructiva dentro de una sociedad. La mayoría de las personas hablan del amor de una manera etérica y lejana. Dejada su definición en manos de poetas, cantantes y escritores románticos. Pero en asuntos prácticos y serios nadie habla del amor como la fuerza transformadora del ser humano y de la sociedad. Nuestros políticos, intelectuales y pensadores aún se avergüenzan de hablar abiertamente del amor.
Respecto a este tema el filósofo y exministro de educación Francés Luc Ferry, en su libro. Sobre el amor, una filosofía para el siglo XXl, hace un análisis tan esclarecedor y profundo sobre el significado del amor para el futuro de la humanidad que no deja ninguna duda sobre su importancia.
Habla de una revolución del amor donde propende por el regreso a la autonomía, a la responsabilidad del ser ante su propia existencia y la herencia que está dispuesto a dejar a las generaciones venideras.
Una revolución del espíritu, de la concepción de la libertad del ser más allá de cualquier credo político o religioso. Devolviéndole el poder interior de su propia trascendencia y a través de ello, hacer los cambios necesarios para reinventarse y reinventar nuevos modos de vivir en sociedad.
Luc Ferry plantea con mucha claridad tres etapas que la humanidad ha tenido en nuestra historia reciente las cuales han llevado a dar grandes saltos evolutivos de estados de consciencia y por ende dando una nueva visión al sentido de vida.
El Cosmológico, el Teológico, el Humanista.
Y luego Luc Ferry, añade un nuevo sentido de vida. El del amor. El de la revolución del amor como el renacer de la esperanza para construir una sociedad más amable, más segura, más equitativa.
Solo cuando entendamos que el amor, más que una utopía es la energía que une y construye esta realidad, solo entonces estaremos listos para hacer el cuarto y más grande salto evolutivo de esta humanidad, cuando podamos vencer el odio, el sufrimiento, la guerra y la injusticia, con la única fuerza esclarecedora de la grandeza humana: “el Amor”. Esa fuerza integrativa que permitirá dar un nuevo sentido del buen vivir. Y eso solo lo conseguiremos a través de la educación.
La verdadera educación no se reduce a entregar conocimientos técnicos o académicos en áreas determinadas, sino que propende por un sano desarrollo psíquico y emocional, que permita llevar una vida sana, productiva y llena de satisfacciones, en beneficio propio y de los que lo rodean.
Cada individuo necesita dar respuesta a las preguntas básicas que cuestionan su propio sentido de vida. Saber cómo está conformado; necesita conocerse. No podemos amar lo que no conocemos y mucho menos saber cuáles son sus capacidades.
El conocimiento de que o quiénes somos, cómo estamos constituidos, de qué manera funcionamos; es necesario para recuperar la autonomía y la certeza de nuestro verdadero valor como personas y como seres humanos
A partir de ese reconocimiento se genera un cambio de consciencia, de responsabilidad sobre la propia existencia, acciones y consecuencias de estas en nuestras vidas y la de los que nos rodean.
Se renuevan conceptos que rigen el comportamiento de un ser humano como la ética y los valores, dándoles una connotación de autenticidad, de libertad, cuando se reestablece la conexión entre lo que se piensa, lo que se siente, permitiendo recuperar la coherencia en su accionar y por ende el balance, la felicidad, la paz interior.
Es necesario que políticos, educadores, empresarios, directores de organizaciones públicas y privadas comiencen a hablar de la posibilidad del amor como la gran fuerza transformadora de la sociedad, facilitando acciones dentro de las instituciones que dirigen para patrocinar programas educativos que permitan a través del entrenamiento individual y comunitario, dar los pasos necesarios en la construcción de nuevos imaginarios sociales que hagan posible reinventar formas más amables y equitativas de vivir.
Y desde lo individual. Es necesario que todos nos comprometamos en hacer el cambio en nosotros mismos e ir irradiando acciones positivas como compromiso de vida a nuestro alrededor. Primero sanar en nuestro interior, para luego entregar esa armonía a nuestras familias, vecinos, compañeros de trabajo o estudio, empresas donde se trabaja y luego a la sociedad en general. Si en verdad queremos un cambio positivo en nuestra sociedad asumamos ese cambio como responsabilidad individual.
Trabaja en ti, como un compromiso personal. Esa es la manera más efectiva de contribuir a un verdadero cambio social.
Es necesario que comprendamos que para construir un país de calidad debemos invertir en una educación de calidad, en cada uno de nosotros, en nuestra gente. Y cuando hablo de una educación de calidad no solo me refiero a excelentes conocimientos académicos, sino a una educación basada en valores. El sentido de la vida se basa en los valores. Si entendemos esto nuestra vida se llenará de bienestar.
Reeduquémonos y eduquemos a nuestras nuevas generaciones en los valores del buen vivir.
El primer valor del buen vivir es comprender que mis decisiones no solo me afectan a mí, sino a todos los que me rodean, comprender que nuestras acciones tienen consecuencias nos hace responsables. Debemos entender que para obtener bienestar debo generar bienestar. Los japoneses lo llaman calidad total.
Ellos a pesar de ser un país pequeño, sin recursos naturales, con sobrepoblación, producen automotores, electrodomésticos, computadores, celulares. Han invadido el mundo con sus productos manufacturados.
Tienen el índice de longevidad sana, más alto del mundo. Uno de los índices de oro per cápita más altos del mundo. Estadísticas de criminalidad entre las más bajas del mundo.
Y ¿porque un país sin recursos naturales, ha llegado a ser una gran potencia mundial?
Todo eso se debe a que ellos han comprendido que el bien más importante y preciado de una sociedad es el ser humano. Es el individuo el que ejerce las acciones necesarias para proyectar, elaborar y alcanzar metas. Son las personas las que desarrollan las estrategias para transformar su entorno. Por ello han invertido en una educación que además de conocimientos técnicos y académicos, entrena en el amor, en el respeto y en valores, que le dan sentido a la existencia humana.
Ellos trabajan el concepto de calidad desde el ser. Comprender lo que somos, conocernos, valorarnos. Saber cuáles son nuestros potenciales y trabajar para desarrollarlos.
Esa comprensión y asunción de la responsabilidad de la propia existencia lleva al mejoramiento continuo; hacer todo lo mejor posible se convierte en una filosofía de vida. Ser puntuales, ser honestos, ser disciplinados, ser trabajadores, ser estudiosos.
El valor del “bien ser” lleva al “bien hacer». Todo lo que hagas, hazlo con amor, hazlo bien. Si te vas a levantar, si vas comer, si vas a saludar, si te vas a despedir, hazlo bien. El bienestar atrae más bienestar. Abraza, da cariño a tu pareja, a tus hijos, a tus padres, sonríe con amabilidad, se cortés con los demás, mira a los ojos al saludar. Si vas a estudiar, a trabajar, hazlo bien, y si vas a hacer el amor; hazlo bien.
Las personas que dan más que lo que reciben, a su familia, a la sociedad, van a sentir bienestar. Y el bienestar es sinónimo de equilibrio, de felicidad. Si al final del día tienes esta sensación en ti, es porque hiciste las cosas bien. Porque diste lo mejor de ti.
El bien ser, el bien hacer, el bienestar son tres pasos que llevan al bien tener. Cuando una persona alcanza sus metas a través de la formación tanto a nivel humano como académico, logrando gradualmente sus metas, siente la satisfacción del verdadero triunfador. Ser para tener y no tener para ser.
Educar para el buen vivir. Invertir en conocimientos, en tecnología, pero más que todo invertir en la formación del ser humano, en valores. Esa es la diferencia que pone la diferencia entre una sociedad desarrollada, próspera, pacífica y aquella que se debate entre la violencia, la pobreza, la corrupción.
Si queremos progresar como sociedad debemos pasar de ese nivel de consciencia de “sobrevivencia personal” al de “sobrevivamos juntos”. De ese concepto de si estoy bien yo, que importa todo lo demás. Para comprender que como seres sociales que somos, solo podremos vivir mejor en una sociedad más justa, más equitativa, una sociedad que genere mejores estándares de vida y bienestar para toda la comunidad. Y eso sólo lo conseguiremos a través de la educación, y entrenándonos en el amor.
El despertar de la consciencia es el verdadero cambio y se genera desde nuestro interior. Es a lo que se refería el filósofo Hindú, Krishnamurti, cuando hablaba de “La Revolución Interna”.
Decía: El cambio en la sociedad es de secundaria importancia; eso ocurrirá natural e inevitablemente cuando usted, como ser humano, realice el cambio en usted mismo.