La torpe pero efectiva aritmética de los bandidos

Por Humberto Mendieta

Más que un asunto aritmético, el contraste de las cifras entre quienes votan y quienes en realidad habitan en los municipios del Atlántico llama a la burla, la mofa y la vergüenza general.

Cuando estas cosas se saben, como que en Puerto Colombia, Piojó, Campo de la Cruz, Juan de Acosta y Suan hay más electores que habitantes, el asunto pasa de ser sospechoso a delictuoso.

No hay fórmulas matemáticas explicativas que valgan. Es un tema fácil y sencillo. Pura suma y resta. No es el Teorema de Pitágoras, ni el de Fermat, un francés que descubrió una fórmula reconocida en el ámbito académico, pero la cual nunca pudo comprobar.

Igual que nuestras autoridades electorales que ven el pecado, pero que nunca agarran al que lo produce, aunque sepan con absoluta claridad a quién beneficia.

Tampoco se necesita al genial matemático y abogado Aurelio Baldor para que venga con su inolvidable mamotreto a dar explicaciones algebraicas. Baldor, al contrario de lo que prevalecía en el imaginario de la muchachada que terminaba a final de año vendiendo el libraco en Pica-Pica, no era árabe sino cubano y murió en el exilio de Miami hace 17 años.

Tampoco hay que aplicar la Teoría de las probabilidades ni usar cálculo diferencial para demostrar por qué un municipio como Puerto Colombia con 27.216 habitantes en 2014, según el Dane, tuvo un censo electoral de 30.297. Es decir: 3.081 personas más que quienes viven allí. Como si además no hubiese menores de edad. La historia se repite en Piojó en donde en 2014 había 5.127 habitantes y el censo electoral fue de 5.683. Pueblos en apariencia sin niños, en donde la población sube milagrosamente como si sus nativos, que viven fuera, regresaran arrastrados por una ola de nostalgia vestida en billetes de $50 mil.

Debido a esto, la Misión de Observación Electoral, MOE, la única organización que tiene cara y tono de seriedad sobre estos temas, acaba de revelar que entre la mafia electoral local ha surgido un nuevo padrino. Le denominan el taquillero mayor, una especie de experto en la bolsa de valores del voto. Un rey del Dow Jones que maneja a su antojo no solo los precios sino también decide a quién vende los votos por paquetes para lograr la credencial que se necesite. Ahí va la ola de la corrupción, repitiéndose elección tras elección. No pasa nada. Ya nadie cree nada, todo parece perdido.

Coletilla ejemplar: la próxima semana hablaremos de Autolandia, un ejemplo de parqueadero por pisos construido a principio de los años 50. Luis Alberto Santodomingo, un empresario, ganadero y visionario fue quien lo impulsó cuando no existía ese tipo de parqueaderos en Colombia. Autolandia sigue funcionando en la esquina de oro del Paseo Bolívar con Líbano, diagonal a la estatua del Libertador, frente al edificio Avianca y a la Caja Agraria, hoy Torre Manzur. Con el cazainfractor y esta ola de carros se necesitan más Luis Albertos con visión vanguardista para que los andenes sean para la gente, no para los carros.

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