«Entonces Jesús les tocó los ojos, y les dijo:
-Que se haga conforme a la fe que ustedes tienen.
Y recobraron la vista».
San Mateo, 9: 29-30
Escribo para aclarar mi punto de vista sobre los comentarios de algunas personas, quienes no pueden comprender que un profesional de la medicina pueda creer en milagros. Para mí ahora, después de las experiencias vividas en el propio seno de mi familia, la ciencia y la religión son perfectamente compatibles. Creo firmemente que como médicos, podemos ser instrumentos, mediante nuestras mejores intenciones y una sólida preparación, del poder milagroso de un ser superior. La ciencia y la religión van de la mano, y no son mutuamente excluyentes. Aclaro que conozco muchos colegas que comparten mi opinión. No estoy solo.
«Respeta al médico por sus servicios, pues también a él lo instituyó Dios. El médico recibe de Dios su ciencia…»
Eclesiástico, 38: 1-2
Tengo bien clara la noción, que debemos investigar a fondo los factores biológicos que determinan la buena respuesta de un paciente a su tratamiento médico. De hecho, una gran parte de mi investigación en el campo científico ha estado orientada a encontrar biomarcadores de la respuesta de enfermedades a diversos fármacos. Por eso me sorprende cuando alguien opina en el internet “en vez de estar creyendo en milagros, dedíquese a encontrar las causas científicas por las cuales su hija respondió al tratamiento”.
A eso me dedico, a investigar biomarcadores de la respuesta a las drogas! Y por supuesto que la investigación científica de los factores que influyen en la mejoría de Cristy está en curso. Como padre autoricé desde el primer día que las muestras del tumor fueran utilizadas en estudios de investigación -por los investigadores más ilustres del cáncer en Boston- para elucidar, en caso de una respuesta, los factores químicos y genéticos determinantes de su mejoría. Al hallar éstos, se podrían diseñar fármacos o drogas biológicas que ataquen este tipo de cáncer, en pacientes con características similares a Cristy, de una manera más específica.
Con esas sustancias, el médico calma los dolores y el boticario prepara sus remedios. Así no desaparecen los seres creados por Dios, ni falta a los hombres la salud. Hijo mío, cuando estés enfermo no seas impaciente; pídele a Dios, y él te dará la salud»
Eclesiástico, 38: 6-9
Para mí es claro que las decisiones de tratamiento que ha tomado el equipo de médicos de Cristy han sido altamente efectivas. Hemos orado para que Dios ilumine las decisiones médicas y facilite esa efectividad. La respuesta del cáncer a la quimioterapia ha sido drástica. Pero mi mente humana no alcanza a entender las múltiples dimensiones, incluyendo razones sobrenaturales, que podrían influir en esta respuesta. ¿Estaba Cristy pre-determinada desde hace mucho tiempo a atravesar por esta experiencia? Si existe un propósito final para ella, para mi familia, o para quien lee este escrito, ¿cuál es? Y más importante aún, ¿quiénes somos para determinar, cuando alguien subjetivamente y de una manera espiritual muy profunda experimenta un evento sobrenatural, si esto es realmente un milagro o no lo es? ¿Es un milagro sólo aquel episodio en que la persona es levantada de la tumba, como Lázaro? ¿O aceptamos que haya de por medio una ayuda con medicamentos o abordajes quirúrgicos, para dejar que clasifique? ¿Tiene que haber curación total, sin dejar ninguna cicatriz o rastro de la enfermedad? ¿Tiene el milagro que ser presenciado por otras personas o está bien que individualmente lo experimentemos? La persona más erudita del mundo nunca podrá definir ésto con absoluta precisión. Por eso es tan difícil hasta para la misma Iglesia hacer estas determinaciones.
Lo único que sé con toda certeza, es que mi hija estaba en un estado terminal, y fue rescatada intempestivamente en medio de la fe y las oraciones. O como dirían los no creyentes: en medio de «mucha energía positiva». Pero no sólo fue rescatada: ha sido tratada repetidamente (semanalmente) con múltiples drogas de quimioterapia sin haberse atrasado en el esquema ni haber sufrido ninguna complicación, por cerca de dos años. Esto es bastante inusual. Los miembros de su equipo médico aseguran que nunca en su larga carrera profesional han presenciado un caso similar al de Cristy. En mi larga carrera médica, tampoco había yo presenciado una respuesta tan contundente de un cáncer maligno y en estado avanzado, al tratamiento. ¿Qué más certificación necesita un padre para llamar a esta respuesta un milagro?
La ciencia no es más que nuestra búsqueda de explicaciones sobre la inmensa complejidad que envuelve nuestra naturaleza propia como seres humanos y la que nos rodea. Al dedicarnos a la investigación, los científicos estamos buscando entender a Dios y a su creación. Einstein lo dijo mucho mejor: «Yo quiero conocer los pensamientos de Dios; el resto son simples detalles». Para este eminente científico, el más grande del siglo XX, las leyes de la física eran equivalentes a los pensamientos de Dios, eran el lienzo sobre el cual el Todopoderoso pintó al universo. Como ejemplo también, el reconocido médico y científico Francis Collins, líder del equipo que completó exitosamente el proyecto de descifrar el genoma humano y luego Director del Instituto Nacional de Salud de los EE.UU, expresó el dia del anuncio de este descubrimiento: «Me hace sentir humilde y a la vez maravillado, el reconocer que le hemos dado un primer vistazo a nuestro libro de instrucciones, antes sólo conocido por Dios».
«Él dio la inteligencia a los hombres, para que lo alaben por sus obras poderosas».
Eclesiástico, 38: 6-9
En el momento de lograr descubrimientos científicos escudriñando a la naturaleza, por «pequeños» que estos hallazgos sean, experimentamos una gran satisfacción, y corremos el riesgo de llenarnos de arrogancia y de soberbia. Olvidamos que somos instrumentos para el bien común, y podemos terminar creyendo que todo se logró por nuestra brillantez y perspicacia. El hecho que la naturaleza acabe de revelarle una pequeña verdad, un pensamiento de Dios, no es razón para que un científico se llene de ínfulas creyéndose superior a los demás. Cada descubrimiento debería hacernos más humildes, más maravillados de la grandeza de la creación. Qué triste sería, para un científico, pasar toda una vida bajo la ilusión vana que estuvo en total control de sus circunstancias, sin reflexionar sobre la magnitud y la razón de su efímera presencia en el planeta tierra, sin hacer comunión, experimentar el magnífico poder de la fe, ni agradecer a un Padre misericordioso y lleno de amor. Pasaría como un simple «robot», sin ton ni son por el camino de su existencia. Un instrumento tal vez altruista, pero sin alma.
«Hay algunos que son sabios para los demás, y para sí mismos son insensatos»
Eclesiástico, 37: 19
A pesar de todo lo expuesto aquí, soy un firme impulsador de la diversidad de ideas, y de la tolerancia. Las circunstancias de vida de cada persona son diferentes, y la exposición a los conceptos religiosos es variable. No juzgo a los no creyentes, y escucho sus razones. Pero creo que oran sin saberlo: cuando me dicen “que tengas un buen día”, “que te mejores” o “te mando mucha energía positiva”, están realmente orando por mí. De eso se trata el amor al prójimo.
El hecho de ser tolerante no quiere decir que acepte a los fanatismos, sean religiosos o del extremo opuesto. Estas posiciones son dañinas a la humanidad. Pero acepto que como seres humanos podemos ser no creyentes; eso lo entiendo bien y por eso oro por los que no creen, pero no los juzgo.
Espero igualmente que los no creyentes escuchen mi punto de vista. Como todo el mundo, tengo una historia, una experiencia de vida personal que contar. Estuve alejado de Dios por mucho tiempo, y ahora quisiera poder devolver el tiempo para enmendar este error. Me duele este tiempo perdido. Antes “cruzaba los dedos” para que no se me vinieran encima los problemas. Ahora lo logro juntando mis manos y orando a Dios. Soy una persona nueva, liberada, convertida y creyente, y estoy feliz de serlo. He experimentado el magnífico poder de la fe. Sin la fe no ocurren los milagros. Busqué a Dios y me respondió con su infinita misericordia. Acudí a los avances de la ciencia y vimos los resultados. La religión y la ciencia triunfaron, en armonía. Y por eso doy mi testimonio a quien quiera oírlo, como lo manda su palabra:
«Si se vuelven a Dios de todo corazón y con toda el alma,
y proceden sinceramente ante él,
él se volverá a ustedes
y no se les ocultará más.
Vean ahora lo que hizo con ustedes,
y dénle gracias públicamente.
Alaben al Señor, que hace justicia;
den gloria al Rey eterno.»
Tobit, 12: 6-7