Por: Jaiden Baute
Lo que te hace diferente es lo que te hace peligroso. Vivimos en una sociedad dividida en cinco segmentos o facciones: Los naturalistas, los abnegados, los eruditos, los justos y los osados; que lo único que los relaciona es que viven y creen a ciega que lo que hacen es lo mejor en la búsqueda de la paz, sin ni siquiera pensarlo, ni cuestionarlo.
Los agricultores o naturalistas, son los que labran la tierra buscando un punto de contacto con ella, al estilo “Avatar”. Su vida se centra en la naturaleza y es esta tan importante que llega incluso a segregar al hombre, de relegarlo a la ignominia. Son los que pregonan a viva voz que la naturaleza hay que cuidarla, que a la tierra hay que amarla, pero al mismo tiempo disponen de la vida humana como más le convenga.
Los abnegados (que se encuentran en disputas con los eruditos, porque estos quieren sacarlos del poder) son los que dan desinteresadamente, los que viven para el otro, los que huyen de toda vanidad porque corrompe el corazón, los que son todos para todos, pero para ellos lo que queda (no lo que sobra) porque el servicio es más importante.
Los eruditos son los que manejan todo el conocimiento del mundo, y por ende creen que deben tener el poder. Son los que pretenden dominar y terminan con un cuchillo en la mano, inyectados por su propia invención de sugestión; son los que creen que pensar es más importante que amar. En nuestra sociedad los eruditos se han impuestos, han desterrado a los abnegados y estos han quedado como abandonados que no se les permite estar en ninguna facción; alcanzado los eruditos una exaltación del hombre, del súper “yo”.
Los justos son los que viven en pro de la verdad, de una verdad manipulada por unos y otros, verdad maltrecha y relativista, verdad que varía en cada facción y que por ende escapa a todo absolutismo, bañada por mentiras e injusticias, una verdad que ha muerto en la guerra y ha salido de toda conciencia.
Los osados son los que cuidan la ciudad, son los libertinos y locos, pero son al mismo tiempo los que más reglas tienen, los que más coactan, los que más fácil se dejan sugestionar, son los que no tienen ni a la naturaleza, ni la caridad, ni la inteligencia, ni la verdad, solo se tienen a ellos mismo, su fuerza y sus músculos y por eso son los más receptivos a la sugestión
Es una sociedad paralela, sin atracción, sin movimientos oblicuos más bien rectilíneos, una sociedad donde todos actúan de la misma manera siguiendo unos parámetros impuestos que escapan a toda esencia del ser humano. Una sociedad en donde todo es lo mismo, asfixia y llama a unos a querer ser diferentes y otros nacen con esta cualidad, estos son los “Divergentes”.
Los divergentes son los que no piensan como ninguna facción, pero al mismo tiempo piensa como todas; ellos son los que razonan distinto a los demás, a los que la sugestión no le hace efectos porque su cerebro no permanece quieto, no es estático, es volátil y utópico, pero una utopía real. A estos la sociedad los busca para acribillarlos, para juzgarlos porque no quieren personas libres, prefieren más bien personas psicoadictodependiente a una verdad impuestas, a una libertad de esclavos, a una naturaleza raída por el consumismo, a una inteligencia viciada por el orgullo que no logra comprender que hay conocimientos que se les escapa, como el del absoluto.
Al final, el mundo es de los que dejan huella, pero una persona que vive pensando y actuando como lo hacen los demás para no quedar fuera de los círculos sociales, no son personas que ven la grandeza como una opción, ni la originalidad como un camino, solo son esclavos de una sociedad consumista e inmadura que cree que para alcanzar la paz todos tienen que ser iguales o los hombres tienen que tener la debilidad de dejarse sugestionar. La esencia del hombre es ser divergente, no robots que caminen en la líneas de un mando ausente, ya que esto es ir en contra de los designios de Dios que no ha creado una hoja igual a otra.