Por: Jaiden Baute – Seminarista
¡Oh Padre Santo, que se haga en mi lo que se ha realizado en tu Hijo Jesús-Cristo! Hemo
s caminado por el desierto durante cuarenta días asemejándonos a los cuarenta años que el pueblo de Israel estuvo vagando entre brisa, sol y arena; un camino escabroso y difícil, donde el Señor nos ha mostrado nuestra condición pero que con ayuda de Dios y con la armas dadas por Cristo por medio de su iglesia se nos ha hecho llevadero “Mt 6, 1-6. 16-18”. Esta cuaresma que estamos dejando atrás nos ha mostrado las artimañas del demonio y como hace hasta lo imposible por tentarnos y hacernos caer para apartarnos de esta manera de Dios (ni Cristo se ha salvado de estas tentaciones) “Lc 4, 1-13”; Un camino donde Cristo se ha dejado ver tal cual es “Lc 9, 28-36”; donde nos manda a convertirnos para que no perezcamos “Lc 13, 1-9”; donde nos acoge a nosotros que somos pecadores mostrándonos su misericordia “Lc 15, 1-3. 11-32” y más aun, ni nos juzga, ni nos trata como merecen nuestros pecados “Jn 8, 1-11”; y dejándonos ver que por ese mismo amor que nos tiene llega a Jerusalén para ser crucificado “Lc 22, 14-23. 56”; en definitiva un camino donde Dios nos muestra su “Amor” y su “misericordia” para con nosotros su hijos.
Nos disponemos ahora queridos hermanos a celebrar la última cena, importante para nosotros Cristianos-Católicos, porque fue en la última cena donde Cristo nos dio el sacramento de nuestra fe: “la eucaristía”, anticipación de la entrega que iba a consumar en la cruz, quedándose de esta manera con nosotros en las especies del pan y vino; y no sólo eso, sino donde nos ha dado ejemplo para que nosotros sirvamos a nuestro hermanos (Lavatorio de los pies) “Jn 13, 1-15. ¿Quién es el cristiano sino un servidor de su hermano, que se vale de ese “servir” para darle gloria a Dios? También nos disponemos a recordar la pasión del Señor: su prisión, el interrogatorio de Herodes y Pilatos, la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión ¿qué fue esto sino la muestra del amor que Dios nos tiene? Pero esto no es lo más grande, lo más grande es que Cristo no se ha quedado en la muerte, sino que ha resucitado glorioso y triunfante, rompiendo las cadenas del pecado que nos mantenían esclavizado y ¿qué significa esto para nosotros? Que Cristo nos da la oportunidad de salvarnos, de entrar al cielo y de ser felices que es nuestra más grande aspiración. La pascua es la fiesta más importante para nosotros ya que celebramos el paso de la muerte a la vida.
Queridos hermanos, los invito a vivir esta semana mayor como se debe, con mucha piedad y recogimiento, que sea una preparación (como lo fue toda la cuaresma) para vivir este acontecimiento sublime de otrora y de hoy. Debemos estar alegres porque Cristo nos invita a que dejemos obrarlo en nuestra vidas, el solamente quiere que se haga en nuestras vida lo que en su vida se ha obrado. ¿Debemos estar triste cuándo nos muestra su amor y misericordia? no, debemos estar alegre porque sin merecerlo ha dado su vida por nosotros para nuestra salvación.
¡Feliz Pascua!