El obispo de Valledupar, Oscar José Vélez Isaza, presidió la procesión y misa del Santo Patrono Ecce Homo el pasado lunes, en la plaza Alfonso López . Monseñor se dirigió a los feligreses haciendo énfasis en la necesidad de distinguir entre el Bien y el Mal, especialmente en lo concerniente a la defensa de la vida de los niños por nacer: » Cristo sigue siendo de nuevo crucificado en cada niño inocente e indefenso que es abortado», afirmó.

.Is. 5, 17-24
Salmo 119 (118) 1-16.
Jn 18, 28-30. 36-39. 19, 1-6.
«Hermanos, nos reunimos hoy para celebrar al Ecce Homo, es decir, para recordar el momento de la injusta condena de Jesús. Para hacer memoria del momento en que el único justo es condenado a muerte, sufriendo los más atroces tormentos, como el mayor delincuente. El evangelio de Juan, que hemos escuchado, nos ofrece, dentro del proceso en el que se va a decidir la ejecución de Jesús un sorprendente diálogo privado entre Poncio Pilato, representante en Palestina del Imperio romano, el más poderoso de la tierra, y Jesús, un pobre reo maniatado e indefenso que le traen las autoridades judías como un gran malhechor que merece la muerte. Éste, ante el procurador romano, tiene la pretensión de presentarse como testigo de la verdad y, para colmo, afirma ser rey, pero de un reino que no es de este mundo. Su reino no esta sostenido por la injusticia y el poder, ni se apoya en las armas. Su realeza proviene del amor de Dios que tanto amó al mundo que le envió su Hijo. Su reinado se apoya en la fuerza de la verdad. Una verdad que hace libres a quienes la aceptan y tiene capacidad de transformar sus vidas. El que es de la verdad escucha su voz. Sus seguidores son discípulos y testigos de que esa verdad está cambiando sus vidas. Por ello están llamados a pensar, decidir y actuar contra la tiniebla de la mentira y la falsedad que envuelven al mundo. Al igual que Jesús parecen indefensos ante el cerco de engaños, falacias y embustes que se oculta tras las decisiones de muchos de los centros de poder donde se decide la vida y la muerte de los hijos de Dios. En el fondo de todo ser humano hay una búsqueda de verdad, y nunca se construirá nada verdaderamente humano sobre la mentira y la falsedad.
Pilato no ha llegado a comprender el alcance de la realeza de Jesús ni qué es la verdad. Sin embargo, cree en su inocencia. Talvez piensa que es simplemente un loco y por eso intenta liberarle. Lo viste de rey de burlas, su realeza causa risa, y lo presenta al pueblo diciendo: Ecce Homo, Este es el hombre. Su visión exacerbó más el odio de quienes lo entregaron y exigen a gritos su crucifixión. Arguyen que se ha hecho pasar por hijo de Dios y como blasfemo merece la muerte. Y, además, aunque odian al Emperador Romano, con hipocresía presionan a Pilato con una feroz disyuntiva: “Si sueltas a ése, no eres amigo del Cesar. El que se hace rey va contra el César”. Esto termina de doblegar la débil resistencia de Pilato, quien, después de lavarse las manos, condena a Jesús y lo entrega para ser crucificado.
Decía al principio que hoy recordamos en esta liturgia la injusta condena a muerte de Jesús, inocente e indefenso por parte de los poderosos del momento, contra los cuales nadie se podía oponer. Pero esa condena se ha revivido muchas veces en la historia. Los mártires han sido su más visible encarnación. Y los primeros mártires en el cristianismo fueron los niños inocentes masacrados en Belén y sus alrededores por los esbirros del Rey Herodes, intentando quitar de en medio a Jesús, recién nacido. Hoy en día se repite la historia cuando la Corte Constitucional irguiéndose como el supremo poder inapelable, por encima del constituyente primario, el pueblo, al que quieren impedir aún un referendo, y usurpando las funciones del Congreso elegido por todos los colombianos, pasa por alto el artículo 11 de la constitución colombiana: “El derecho a la vida es inviolable” y el principio de que era cosa juzgada por fallos anteriores, decretando que se puede practicar el aborto hasta la semana 24 del embarazo. La Corte ha dado un golpe de Estado al Congreso y a la misma Constitución colombiana. Ha dejado de ser guardián de la Constitución para dedicarse a legislar. Como una nueva dictadura exige sumisión total ante sus decisiones queriendo mutilar hasta la libertad de expresión y la objeción de conciencia que no solo tienen los médicos sino todos nosotros que podemos estar en franco desacuerdo con sus disposiciones. El primer derecho humano es a la vida. Las violaciones más graves de los derechos humanos han ocurrido cuando algunos creen tener la autoridad para decidir cuándo otros son dignos o no de nacer y si merecen vivir. En tiempos recientes, la ideología nazi ha sido el ejemplo más notable de esta posición. El último sobreviviente de los campos de concentración, Eddie Jaker, afirma en su reciente libro, que viendo a los alemanes que se pavoneaban ante el sufrimiento de sus víctimas, pensaba: “¿Tenéis alma? ¿tenéis corazón?”. Y continúa: “Era una locura, en el sentido literal de la palabra: personas civilizadas perdieron toralmente la capacidad racional para distinguir el bien y el mal. Cometieron atrocidades y pensaban que hacían lo correcto”. Es lo que está pasando hoy.
Precisamente la primera lectura que hoy hemos escuchado, tomada del Profeta Isaías, afirma: “!Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas! … su raíz se pudrirá porque rechazaron la ley del Señor Todopoderoso y despreciaron la Palabra del Santo de Israel”. Y la ley del Señor es clara: “No matarás”. Nadie tiene derecho sobre la vida de nadie. Aparte de Dios nuestro sistema de valores se trastocará. Empezaremos a confundir dulzura y amargura, luz y oscuridad, mal y bien. El evangelio afirma: “La luz ha venido al mundo, pero la gente ha preferido las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas” (Jn 3, 20). El Arzobispo primado de Colombia, Luis José Rueda, afirmaba recientemente: “No podemos reivindicar el derecho a la vida irrespetando la vida de otro o amenazando a otro. Ese no es el camino de la Iglesia ni es el camino racional”. No estamos solo ante una cuestión de fe, que también lo es porque la vida es un don de Dios, estamos una cuestión racional, ante el respeto al primer derecho humano, que es el derecho a la vida. Es cierto que hay situaciones difíciles para muchas mujeres. Pero afirma el Papa: “Es justo eliminar una vida humana para resolver un problema? El aborto no es un problema religioso, es un problema humano, es eliminar una vida humana.”. Y cuando se piensa que para abortar un niño de seis meses hay que descuartizarlo o succionarlo, y cuando se sabe que la misma Corte ha autorizado la utilización de esos órganos para otros efectos, todo termina revolviéndose en nuestro interior. Se abre la posibilidad de venta de órganos de fetos abortados como se ha dado en otros países, cuyos pasos va siguiendo nuestra corte constitucional. Cristo sigue sufriendo en cada niño que es abortado: “Lo que hicisteis a uno de los más pequeños, a mí mismo lo hicisteis”, afirmó el Señor. Hay que ayudar a sanar las heridas del cuerpo de Cristo que son los niños abortados.
No nos podemos lavar las manos como Pilatos. Cristo sigue siendo de nuevo crucificado en cada niño inocente e indefenso que es abortado. El Papa ha enseñado: “La objeción de conciencia es una denuncia de las injusticias cometidas contra la vida humana inocente e indefensa”. Estamos ante una grave crisis moral que hace considerar como progreso lo que es un retroceso y una verdadera barbarie, que hace creer que el asesinato de un hijo es una conquista de las mujeres, un derecho que les permite disponer libremente de su propio cuerpo. “No es progresista solucionar los problemas eliminando una vida humana”, dice el Santo Padre. En un país como el nuestro que no sobresale por el respeto a la vida de las personas, la despenalización del aborto hasta las 24 semanas puede recrudecer esta desgracia en una lamentable proporción; parece exceder el límite de posibles homicidios culpables punibles. Se va pasando soslayadamente de la despenalización al derecho al aborto. Se va aceptando el homicidio cotidiano como lo más normal. El aborto pone en riesgo el fundamento mismo de nuestro orden social y del Estado de Derecho.
Valientemente ha denunciado el Papa Francisco: “Entre los débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están los niños por nacer, que son los más inocentes e indefensos de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer de ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo. Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas se procura presentar su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo, esta defensa de los niños por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de poderosos de turno” (EG, 213).
El rechazo al aborto no implica juzgar o condenar a muchas mujeres que llegan a practicarlo conducidas por dificultades y angustias aparentemente insalvables, sobre todo cuando el embarazo es consecuencia de violencia sexual o se debe afrontar en condiciones de abandono, exclusión o penuria económica. Pero todo embarazo implica la existencia de otro ser humano, distinto de la madre, en condiciones de indefensión y vulnerabilidad que tiene derecho a formar parte de la familia humana. El Estado, la sociedad y la Iglesia deben procurar la protección, ayuda y defensa de estas mujeres sin ofrecerles la salida fácil de la eliminación del hijo que gestan y brindar una responsable educación sexual a los y las adolescentes. la Constitución dice que todos los colombianos tenemos el deber const. de “obrar conforme al principio de solidaridad social, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la salud de las personas” (Art. 95, 2).
Hermanos, Cristo sigue reviviendo su condena y su muerte en cada niño que es abortado. Pilato cuando presentó a Jesús ante el pueblo, exclamó: “Este es el hombre”, nosotros también decimos hoy al presentar a cada niño que se gesta en un vientre materno: “Este es un hombre”, “Este es un ser humano”. Que nuestra respuesta no sea la del pueblo y las autoridades judías: “Crucifícale”, sino: “Protejámoslo”, “Tiene derecho a vivir”. Que así sea».