Se encienden y estallan casi simultáneamente dañando a todo lo que esté a su alrededor.
Por Stella De Ávila Escobar *
La ira es uno de los instintos de supervivencia con que la naturaleza nos ha dotado para hacer frente a los desafíos. Todos los seres humanos podemos enfadarnos, es una respuesta natural. Una emoción que registra todos los sentimientos de frustración y el modo como reaccionamos ante las injusticias, o cuando nos sentimos amenazados.
La ira en su aspecto positivo tiene como objetivo dosificar la agresividad regulando la capacidad de afrontamiento, dando la fuerza necesaria para enfrentar los desafíos, perseverar en la lucha y el valor para superar situaciones en que el miedo paraliza y acorrala.
Todos podemos en algún momento tener una explosión de ira. Un insulto, humillación, injusticia, burla, engaño, falta de respeto. Cualquier tipo de provocación que consideremos una amenaza a nuestra dignidad y a nuestra seguridad, pueden convertirse en un disparador de la ira.
Los gritos, las ofensas, los golpes, romper cosas, irnos a las manos, dañar algo que consideramos valioso para el otro como una forma simbólica de eliminarlo, pensamientos homicidas o suicidas. Son algunas de las muchas maneras en que podemos llegar a actuar. La medida en que logremos regular esos estallidos dimensionando las consecuencias de nuestros actos, ponen a prueba nuestra capacidad de autocontrol.
Los ciclos de la ira se dan en respuesta a los niveles de frustración que estemos sintiendo, si no desarrollamos las habilidades para darle sana resolución a la dificultad, van escalonando; de una ligera molestia, pasan a disgusto, rabia y desembocan en una ira contenida que nos vuelve irritables, intolerantes y conflictivos.
Las personas de mal genio convierten la ira en su forma de vida. Generalmente están atemorizadas. Viven inconformes, amargadas, frustradas, tienden a focalizarse en lo que les falta, en lo que les disgusta, se complacen en atizar su propio molestar, les gusta rumiar sus pensamientos negativos por horas aderezándolos con suposiciones de su propia inspiración, se mantienen a la defensiva, y aunque con frecuencia son las que inician la discusión los demás siempre le salen a deber. No saben escuchar, su mejor defensa es el ataque y no ven más soluciones que las que su mente cerrada les impone porque la ira al igual que la depresión tiene visión de embudo donde la única salida es la violencia. La ira la dirige hacia afuera causando daño a todo el que esté a su alrededor, la depresión la dirige hacia adentro haciéndose daño a sí misma y ambas llevan a la destrucción.
En realidad, estas personas son depresivas y utilizan la rabia como un motivador para no dejarse derrumbar. La ira no es el estado natural del ser, las personas que dicen: “es que yo soy de mal genio”, le están poniendo una lápida a su propio bienestar.
Como es de esperarse, las vidas de las personas irascibles están llenas de conflictos y sus interacciones sociales son cada vez más escasas. Nadie quiere estar al lado de alguien que pierde el control con facilidad.
El círculo de la ira se convierte en un remolino del que es muy difícil salir. Y se da en respuesta a los niveles de frustración que estemos sintiendo. El malestar constante por estar atrapados en situaciones que no sabemos o no podemos resolver. Un trabajo que no nos gusta, un jefe maltratador, una relación de pareja difícil. Sentirnos estancados, problemas económicos que se alargan en el tiempo, los celos, la envidia, el resentimiento, el deseo de control, son algunas de las causas que terminan produciendo un camino descendente de insatisfacciones e ira acumulada.
¿POR QUÉ DEJAMOS DE PENSAR CON CLARIDAD EN UN MOMENTO DE IRA?
Según la neurociencia, cuando nos enojamos el lóbulo frontal derecho centro de mando de las emociones negativas se activa bloqueando nuestra capacidad de razonar, se elevan los niveles de dopamina haciendo que ignoremos el peligro y las zonas del cerebro que nos permiten autocontrolarnos dejan de funcionar. La frecuencia cardiaca y la presión arterial se disparan, lo mismo sucede con el nivel de hormonas que generan mayor cantidad de energía, adrenalina y noradrenalina.
Cada descarga de la energía del enojo nos deja en estado de agotamiento, altera nuestras funciones orgánicas. Enojarnos hace que nuestro cuerpo libere colesterol y catecolaminas substancias que se van acumulando formando depósitos de grasa en el corazón y las arterias. Una persona colérica tiene un 50% más de riesgo de sufrir infartos o episodios cerebrovasculares comparativamente con personas de temperamentos más tranquilos. Un estudio de la Universidad de Harvard, pudo probar que la ira genera una gran cantidad de emociones en un solo momento lo que hace que las células del cuerpo se aceleren 3.000 veces más rápido de lo normal envejeciendo en tiempo récord.
LA IRA CRECE SOBRE LA IRA
El Psicólogo Dolf Zillmann de la Universidad de Alabama EEUU. descubrió que cuando la ira se dispara, además de las catecolaminas el cerebro recibe una gran descarga de adrenalina y cortisol que no se eliminan enseguida, sino que mantienen el cerebro emocional en disposición para la acción por horas, incluso días.
Esta especie de gatillo creado por la excitación adrenocortical explica por qué las personas son más propensas a la ira si han sido provocadas o, irritadas por alguna otra cosa. Así, alguien que ha tenido un día difícil en el trabajo, será especialmente vulnerable a sentirse furioso e intolerante en su casa. Cuando vivimos en estado de irritabilidad, de ansiedad constante sino actuamos a tiempo para desactivarlos puede llevarnos a convertirnos en los verdugos de nosotros mismos y de quienes decimos más amar.
COMO EVITAR LOS ATAQUES DE IRA
- Lo primero, identifica los disparadores de la ira. ¿Cómo hacerlo?
Haz un seguimiento a las veces que pierdes la paciencia, date cuenta de que lo ocasionó, que es lo que te molesta de esa persona, o situación. Solo el hacerte consciente de que está pasando dentro de ti, te dará el poder de anticiparte al momento y cambiar la estrategia actuando con mayor calma, paciencia, o firmeza según sea necesario.
- Evita la mentalidad de todo o nada, blanco/negro, ganador/perdedor. Las personas de mente cerrada, son compradoras de conflictos.
- Cuando sientas que tu paciencia se ha colmado y no sabes que hacer, busca alguien de tu confianza con quien te puedas desahogar, es posible que esa persona pueda darte una nueva visión de la situación. O, en su defecto, el simple hecho de hablar con alguien sobre el problema hará que la “válvula” suelte toda la presión acumulada. Eso permitirá que puedas pensar con más claridad
- No acumular el descontento para evitar que vaya escalando. Es decir, ir gestionando adecuadamente. Imagina en calma las diferentes estrategias como puedes abordar la situación, y cuando lo pongas en práctica mantente en tu libreto sin hacer caso a las provocaciones; tu objetivo debe ser generar los espacios para darle sana resolución a la situación que está causando el disgusto o molestia.
- Las emociones están ligadas a los pensamientos, la reacción de cada persona ante el mismo estímulo puede ser vivida de manera muy diferente. Lo correcto es referirse a los pensamientos asociados a la situación que causa ira. Para tratar de desactivarlos.
- Utiliza estos pensamientos desactivantes dependiendo de la situación que estés viviendo:
- No puedo controlar todo lo que pase en mi vida y en mi entorno. Pero si puedo controlar la forma de reaccionar ante las situaciones
- ¿Con hacer una pataleta, gritar, impacientarme van a cambiar las cosas? NO. ¿Entonces para que lo hago?
- No me gusta lo que sucede, pero la rabia solo hará más difícil la situación.
- El NO, también es una respuesta. Voy a pedir u ofrecer algo, es derecho del otro decir NO. ¿Porque me voy a ofender? Debo respetar su decisión, así vaya en contra de mis deseos.
- Evita hacer suposiciones por las acciones o comportamientos de otros Ej: estás en un centro comercial, ves tu compañero de trabajo y amigo que acaban de ascender. Lo saludas de lejos pero no te responde, lo que pasa por tu cabeza decide tus acciones. Puedes pensar “no me vio, seguro está ocupado o distraído”. Respuesta emocional, neutra. Sigues tranquilo y rápidamente olvidas el suceso. O, Puedes pensar “ya no saluda, se cree mejor, ¡claro! Como lo ascendieron”. Entras en modo resentimiento, el que era tu amigo ahora te molesta, todo lo que hace lo criticas, te mantienes a la defensiva; como es de esperarse comenzaran los roces y ¿Quién crees que va a perder…? Ese coctel de emociones tóxicas: rabia, frustración, envidia no reconocida genera en nosotros un estado de alerta convirtiendo cualquier diferencia en antagonismo y discusión.
La falta de autocontrol genera en nuestras vidas una serie de situaciones, de conflictos permanentes; porque cuando guardamos dentro de nosotros esa ira contenida estallamos a veces sin provocación contra cualquiera y por lo que sea. Nos convertimos en lo que podríamos llamar “UN TANQUE DE DINAMITA DE MECHA CORTA” porque entre la encendida y la explosión, no queda un paréntesis de reflexión y terminamos haciendo daño a todo el que esté a nuestro alrededor.
“Hace algún tiempo me encontraba detenida en un semáforo. A mi lado estaba una lujosa camioneta conducida por un elegante señor con apariencia de ejecutivo. El tráfico era lento y pesado. De pronto el vehículo que estaba a mi lado se movió ligeramente. El hombre de la camioneta baja de ella porque sintió que algo lo golpeó, cuando llegó a la parte de atrás vio que un carro de mula había chocado con una de las farolas de atrás rompiéndola. En segundos este señor pierde los estribos e increpa al dueño del carro de mula exigiéndole pagar el daño causado. El hombre asustado se deshace en disculpas explicándole que el venía con cuidado por la calzada pero que su mula se había espantado y por eso no pudo evitar golpear su vehículo que por favor lo disculpara pero que no tenía con que pagarle.
El hombre como un energúmeno golpea al dueño del carro de mula e insiste que éste le pague, como no recibe respuesta satisfactoria, acto seguido este señor, vuelve a su carro, saca un revolver que tenía en la guantera regresa a la parte de atrás y mata a la mula…”
¿Fue irracional? ¡Claro que sí! ¿Cruel? ¡Así es!
Consecuencias. El señor del carro de mula llora su animal, su amigo, su medio de transporte y de ganarse la vida.
El dueño de la camioneta reacciona asustado, arrepentido y mientras es llevado detenido, y su adorada camioneta a los patios lejos de él, se enfrenta una interminable serie de procesos judiciales… que entorpecerán su vida por mucho tiempo.
“Podríamos comparar la ira con un brioso corcel, y cada uno de nosotros el jinete que lo va guiando cuando jinete y caballo trabajan coordinados se logran excelentes resultados. Pero cuando el jinete se descuida y es tumbado de la silla hay caídas de las que es muy difícil volverse a levantar…”
*Psicóloga
Coach con programación Neurolingüística